Cómo la tecnología afecta al management y porqué es importante entender su uso práctico
Energías renovables
A día de hoy existen una docena de tecnologías exponenciales y disruptivas que están transformando el planeta:
Cada uno de nosotros está impactado en menor o mayor medida por alguna de las tecnologías anteriores. Cada día estamos rodeados de miles de sensores conectados a internet que nos ofrecen información de valor de forma personalizada.
No pasarán muchos años cuando podamos descifrar nuestro código genético, conduzcamos vehículos que previenen accidentes de tráfico o eliminemos nuestros residuos plásticos u orgánicos mediante microorganismos biológicos sintéticos.
El uso de la tecnología es cada vez más extendido y gran parte de ella es de uso universal.
Aunque la ley fue formulada en 1995 podemos seguir aplicándola a día de hoy. Según Gordon Moore, cofundador de Fairchild Seminconductors (una de las primeras empresas de semiconductores de Silicon Valley) y del gigante electrónico Intel, cada año y medio, aproximadamente, se dobla la capacidad de integración de transistores electrónicos en un dispositivo.
Es decir, cada 1,5 años somos capaces de doblar la eficiencia de la tecnología.
Si en 1970 los procesadores de ordenador permitían integrar 10.000 transistores (10.000 bits) en un solo dispositivo, en 1980 eran 100.000; en 1990, 1.000.000; en 2000, 10.000.000; y en 2010, 10.000.000.000.
Conforme crece la capacidad disminuyen los costes, democratizando el uso extendido de la tecnología a las grandes masas. Así llegaron a nuestros hogares los primeros ordenadores, smartphones, tablets o videojuegos.
El mismo caso de uso podemos aplicarlo en los recursos energéticos. Si en 2005 la potencia solar instalada en el mundo no superaba los 10.000 MW, hoy llega a los 70.000. Y si el coste de un panel solar por vatio generado era de 100 $ en 1975, en 2010 era solo de céntimos por vatio.
O aplicado al Internet de las cosas (IoT). Si en 2010 existían unos 10.000 millones de dispositivos conectados a Internet, en 2020 se estima que 50.000 millones de dispositivos se hallen conectados
Los casos de uso anteriores los conocemos ya en su fase democratizada, es decir, llegan a nuestro uso más diario una vez ya se han estandarizado sus costes y automatizado su producción a escala global.
Existen multitud de oportunidades empresariales durante el proceso. Si miramos al futuro, hay centenares de stakeholders peleando en un nuevo mercado emergente que está en proceso de automatización.
El mercado de las baterías eléctricas es uno de los más prometedores a escala global que, una vez estandarizado su proceso y costes, puede llegar a democratizarse como hicieron las anteriores tecnologías.
Si hiciéramos un estudio a especialistas del sector automovilístico o energético hace unos años, nos dirían que este escenario de transformación es imposible.
Precisamente porque son especialistas (insiders) del modelo actual, jamás han visto o explorado nuevos modelos u otras realidades más allá de la suya.
Esto es una constante en innovación: los especialistas en un modelo de negocio son incapaces de ver otra realidad.
Las rupturas tecnológicas jamás son anticipadas con facilidad. Nadie podía imaginar en 1980 la revolución del PC. Ni en 1990 la de Internet. Ni en 2000 la de los smartphones.
El progreso tecnológico es imparable y está a punto de producirse (si no se ha producido ya) un cambio de paradigma similar al de internet de finales de los 80.
Cada vez más interaccionaremos con máquinas que tendrán capacidades similares o superiores a las humanas, ya sea en su forma de comunicar o de aprender en base a la experiencia.
La gestión empresarial no queda exempta de este cambio. Al contrario.
La inteligencia artificial será capaz de tomar decisiones automáticas en entornos empresariales. Será capaz de analizar variables a través de datos obtenidos de las cosas (internet of things) e indicadores (KPI’s) y ofrecerá soluciones estratégicas basadas en datos.
Las máquinas pueden aportarnos análisis y decisiones estratégicas quizá mejores que la de nuestros analistas humanos.
Como directivos y directivas, debemos entender el origen de estos análisis y tomar la decisión final en base a las consecuencias que tendrá cada acción que tomemos.
La responsabilidad de las acciones es un hecho únicamente humano y que ninguna máquina podrá sustituir jamás. Un humano tendrá que ser siempre el responsable último de las decisiones que se tomen. Así que posiblemente la máquina sea capaz de elaborar diagnósticos y propuestas, pero siempre una persona tendrá la última palabra.
Las cadenas de valor serán cadenas de responsabilidades y las inteligencias se sumarán, no se sustituirán.
“Los directivos no serán substituidos por inteligencia artificial, pero aquellos que no sepan utilizar la inteligencia artificial sí que serán substituidos por los que sí que sepan utilizarla”.